José María Lupercio, fotógrafo jalisciense de gran
trayectoria e impacto en la fotografía nacional, que dejó un amplio
acervo de imágenes de mucha importancia, tanto por su aportación
estética a la disciplina, como por su valor documental y patrimonial.
José María Lupercio
José María Lupercio nació en Guadalajara en 1870. Estudió pintura en el
taller de Félix Bernardelli, donde fue condiscípulo de Gerardo Murillo,
mejor conocido por Dr. Atl, Rafael Ponce de León y Jorge Enciso.
Lupercio se hizo cargo del taller fotográfico de Octaviano de la Mora
cuando cambió su residencia a la ciudad de México, que también haría
posteriormente al ser el fotógrafo del Museo Nacional de Arqueología,
Historia y Etnología.
José María Lupercio obtuvo diversas
distinciones y reconocimientos por su trabajo fotográfico, entre los que
destacan un diploma otorgado en 1898 por la Sociedad Francesa de
Fotografía, la medalla de plata y diploma en la Exposición Universal de
1900 en Francia, medalla de plata y diploma en la Exposición
Panamericana en Búfalo que se realizó en 1901 en Nueva York, medallas de
oro y plata en la Exposición Regional Jalisciense en 1902, diploma de
honor en el Primer Concurso de Fotografía en Madrid realizado en 1903 y
medalla de oro en la Exposición Universal de San Luis Missouri.(2)
Entre otras actividades que realizó, Lupercio incursionó en el
desarrollo de escenografía teatral y probó suerte en la tauromaquia, de
la que era gran aficionado.
Etapa en el Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnología
Después de iniciar su brillante trayectoria como fotógrafo en su natal
Guadalajara, José María Lupercio recibió una oferta para hacerse cargo –
a partir de 1916- del Taller de Fotografía del Museo Nacional de
Arqueología, Historia y Etnología, adscrito para entonces a la
Universidad Nacional y que lo llevó a mudarse a la ciudad de México. En
este nuevo cargo, el fotógrafo y sus asistentes, hacían el registro de
piezas arqueológicas, objetos y documentos históricos, documentos
pictográficos (códices), así como de grabados antiguos de ruinas y
monumentos, estampas o cuadros con personajes de la historia y patria y
personajes célebres, vinculados tanto a la antropología mexicana como a
las ciencias y las artes. José María Lupercio realizó estas tareas,
imprimiendo a sus labores el toque artístico y documental que ya había
caracterizado su quehacer fotográfico.
Durante los trece años en que permaneció
al frente del Taller de Fotografía, Lupercio produjo una buena parte
del acervo con que cuenta actualmente la Fototeca de Monumentos
Históricos del Instituto Nacional de Antropología e Historia, (INAH) en
el cual encontramos retratos de personajes de la antropología y
vinculados a la política, las ciencias y las artes, como Nicolás León,
Ignacio Marquina, Eduardo Noguera, Manuel Toussaint, Miguel Othón de
Mendizábal, Isidro Fabela, Julio Jiménez Rueda, Luis Nájera y José
Vasconcelos; Lupercio también plasmó en sus placas al personal que
laboraba en las diversas dependencias del Museo.
Desde 1921 empezaron a producirse postales para su venta en el museo Nacional, con motivos etnográficos, ruinas, monumentos históricos, códices, monolitos arqueológicos, piezas arqueológicas e históricas. Durante el año de 1922, el fotógrafo consigna la producción de 2,564 postales sobre diversos temas, dicha cantidad fue incrementándose paulatinamente, hasta llegar a una producción anual de 8,229 postales, producidas entre julio de 1925 y julio de 1926
José María además retrató los murales de Diego Rivera y Montenegro en
el Ministerio de Educación Pública, los cuadros de Saturnino Herrán, las
pinturas de Villalpando, los cuadros de Ledesma y Montenegro para El
Maestro, las decoraciones del Dr. Atl en la escuela de San Pedro y San
Pablo.
A partir del 16 de junio de 1929, le sustituyó en el cargo de Gilberto Martínez Solares y con esto se terminó labor que nos legó un importante acervo fotográfico que, depositado tanto en la Fototeca de Monumentos Históricos como en la Fototeca del INAH en Pachuca Hgo., constituye una parte importante del registro gráfico de nuestro patrimonio cultural y es, en sí mismo, un acervo de inestimable valor documental para conocer la trayectoria final del fotógrafo jalisciense.
A partir del 16 de junio de 1929, le sustituyó en el cargo de Gilberto Martínez Solares y con esto se terminó labor que nos legó un importante acervo fotográfico que, depositado tanto en la Fototeca de Monumentos Históricos como en la Fototeca del INAH en Pachuca Hgo., constituye una parte importante del registro gráfico de nuestro patrimonio cultural y es, en sí mismo, un acervo de inestimable valor documental para conocer la trayectoria final del fotógrafo jalisciense.
Cruces y Campa
El estudio fotográfico Campa y Cruces logró capturar
en el México de 1868 las imágenes de hombres, mujeres y niños en una
diversidad de ocupaciones. Se conocen como Retratos Fotográficos de
Tipos Mexicanos (tipología de oficios, servicios populares y tradicionales de la ciudad de México).Estas famosas “tarjetas de visita” nos muestran los rostros de los mexicanos que hace casi un siglo y medio vendían en las calles lo mismo instrumentos musicales, velas, cestas y jaulas; que nieve, gallinas, tripas, enchiladas y diversas artesanías como los “San Judas”
En la colección destaca La Planchadora (con plancha de carbón) que justamente se encuentra planchando un hermoso encaje. También encontramos al fabricante de sillas, que con sus hábiles manos reparaba y tejía con palma asientos o respaldos.
Antíoco Cruces y Luis Campa hicieron una brillante carrera como fotógrafos en la ciudad de México, entre los años de 1862 y 1877. Su estudio llamado Fotografía Artística
estaba situado cerca de la Catedral Metropolitana. Tuvieron mucho éxito
en el año de 1872 comercializando miles de tarjetas de visita con el retrato del Presidente Benito Juárez, quien había fallecido en el mes de Julio. A sus postales se les conoció popularmente como “Tarjetas de Visita” (nombre derivado del francés carte de visite) y su venta fue muy popular tanto en México como en Europa.
Estos retratos son de aproximadamente 7 cm de alto por 5 cm de ancho, y se pegaban en cartulinas rígidas que medían 10 cm por 6 cm. Lograron venderse con mucho éxito como una novedad de la época.
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